La historia es todavía más funesta en el caso del jugador de balonmano Marian Cozma. Este pivote del Vezprem húngaro, internacional con la selección rumana, fue asesinado cuando se encontraba de fiesta junto a sus compañeros de equipos. Un grupo de 30 personas les atacó y Cozma recibió una puñalada en el corazón. Para más inri, ahora, la hipótesis que más fuerza está cobrando es que lo mataron al confundirlo con otra persona.
A ellos dos se les suma el ciclista belga Frederiek Wolf, quien falleció también en extrañas condiciones. Estaba participando en la Vuelta a Qatar. Se fue a dormir por la noche y no volvió a despertar. Todo apunta a un ataque al corazón, pero sus padres se han negado a realizar la autopsia que determine lo que le sucedió realmente. Más suerte corrió Daniel Albretch. El suizo sufrió una grave caída en una prueba en Kitzbühel y lleva desde entonces en coma inducido. Parece que en su caso, al menos, podrá ponerse bien, pues va mejorando poco a poco daños cerebrales y pulmonares.
Todos estos sucesos ponen de manifiesto varias cosas. En primer lugar, que la seguridad en ciertos deportes de mayor riesgo, como el motociclismo de acrobacias o el esquí, todavía deja mucho que desear. Y, en segundo lugar, que el deporte de élite, como ya profundizamos en un reportaje alcanza muchas veces un grado en el que algo que debiera ser saludable se convierte en un peligro para la salud (el ciclismo ha vuelto a dejarnos un ejemplo). Periodos tan negros como el que hemos atravesado estos días deberían hacer pensar en que hay que empezar a tomar medidas más drásticas.
Que pena que gente haciendo deporte se tenga que ir. La verdad es que en este caso los dpoertes son de riesgo, por así decirlo pero otros caso como infartos en mitad de un partido de fútbol, eso ya clama al cielo.
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